Desde pequeños hemos visto películas o hemos escuchado historias de batallas en donde existen dos bandos enemigos entre sí, y que usualmente son llamados los “buenos” y los “malos”. Por conveniencia y lógica natural en el ser humano, la gran mayoría de niños(as) ha querido pertenecer al grupo ganador, aquellos que defienden el bien y los principios; es decir, al bando de los “buenos”.
La luz y la noche han estado confrontadas en distintas culturas, y erróneamente relacionadas al bien y al mal. La luz es vista como vida y la oscuridad como la perdición. Una dicotomía que permite a las personas clasificarse entre sí, y que genera una división entre dos partes en donde solo una de ellas puede tener la razón. En el Viejo Oeste, los vaqueros combatían contra los peligrosos “pieles rojas” (indios nativos americanos). Mensajes que solo contenían medias verdades y polarizaban la opinión de la gente.
Es funcional y hasta saludable querer buscar ser parte de un grupo de personas que tengan características similares a las propias, y es más beneficioso que dichas características sean vistas como positivas. Cualidades propias que pueden llegar a ser admiradas y reconocidas por otros. Escenario que reafirma que tu postura frente a la vida es la correcta, lo cual es muy seductor pero no necesariamente real.
Endogrupo es la unidad social (grupo) con la que una persona se identifica o pertenece. Es ese conjunto de personas con las que sientes que tienes similitud en características, principios, actitudes y/o posturas frente a la vida. En contraparte, el exogrupo vendría a ser todo aquello diferente a ti y al grupo al que perteneces. Lo identificas como distinto, muchas veces con una carga valorativa negativa y por lo tanto en ciertas ocasiones como amenazante.
¿Por qué es amenazante? Porque es distinto a ti, distinto a tu verdad y por lo tanto puede hacerte creer que estás equivocado(a).
En nuestro Congreso, la diferencia de ideales y políticas entre los partidos permite que se genere esta situación ya mencionada. Muchos creen que tienen la razón y la gran mayoría considera que los demás están equivocados. Surge un fenómeno llamado el “Sesgo del endogrupo” (Turner, Brown y Tajfel, 1979), que consiste en ver las características propias como las únicas correctas y las externas como totalmente erróneas, cayendo así en una generalización peligrosa.
¿Por qué es peligrosa? Porque la incapacidad de ver los errores propios no permite mejorar.
Caer en el sesgo del endogrupo te lleva a creer, erróneamente, que los otros grupos son el enemigo y que sus propuestas son equivocadas. Asimismo, si eres afín a un partido político, podrías terminar por idealizarlo teniendo dificultad en ver los errores del mismo. Tu partido se convierte en el grupo de los “buenos”; mientras que los otros, son aquellos en el que todos son corruptos, mentirosos, ladrones, que blindan personajes o que intentan boicotear la democracia. Sin embargo, esta idea cae en incongruencia cuando ves que miembros de aquel partido político con el que te identificas terminan siendo juzgados o denunciados por las mismas conductas cuestionables.
Entonces… ¿existen buenos y malos?
La verdad no es una sola, pero la realidad sí es bastante clara. No suele haber polos totalmente opuestos cuando hablamos de seres humanos. Las personas tienen conductas, que pueden ser juzgadas como deplorables o ilícitas, pero que al mismo tiempo pueden tener grandes ideas o ser amorosas con sus familiares. Más que héroes o villanos, hay seres humanos que pueden ser evaluados y fiscalizados por sus comportamientos.
Es entendible que en la política las personas generalicen y que se terminen por formar bandos. Pero se debe evitar caer en el error de no poder identificar los errores internos. Nos ayudaría tanto que los representantes de nuestra patria pudieran terminar de comprender que más importante que defender el concepto de “fuerza común”, es tener la capacidad de introspección (verse a uno mismo) para poder generar el cambio que necesita nuestro país.
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