Aprobada la nueva ley que regula los plásticos de un solo uso y los recipientes o envases descartables en el Congreso de la República tenemos por delante un largo periodo de implementación que nos conducirá a un menor consumo de plástico. Este logro se debe en buena medida a la presión pública y mediática en un contexto político turbulento. Además, es destacable el impulso de la ministra del Ambiente, Fabiola Muñoz, así como de algunos congresistas, a la propuesta legislativa que finalmente logró el consenso multipartidario.
Como era de esperarse, resultado de las presiones de un sector de la industria, la ley está lejos de ser perfecta. Los plazos de implementación son bastante largos y algunas de las definiciones como la biodegradabilidad deberán ser abordadas por el Ministerio del Ambiente (MINAM), el Instituto Nacional de Calidad (INACAL) y otras entidades del Ejecutivo para evitar la promoción de falsas soluciones. Sin embargo, la ley establece un referente fundamental sobre la búsqueda del bienestar ciudadano y la defensa del medio ambiente y la salud.
En los próximos meses veremos una creciente demanda por productos plásticos de mayor duración o que los reemplacen. Esto es lo que ha pasado en otros países en los que se han introducido reformas legales similares. Por ejemplo, en Portugal al inicio se redujo la venta de plásticos ligeros, pero aumentó la venta de bolsas reusables, así como la de bolsas de basura. En el largo plazo el balance será positivo, pues con la adopción de bolsas de mayor duración se descartará menos plástico y una mayor proporción será procesada en los sistemas de manejo de desechos.
Mientras se desarrolla el reglamento de la ley, el sector privado deberá identificar soluciones efectivas al problema del plástico de un solo uso. Las empresas tienen un rol crucial en la adopción de buenas prácticas que conduzcan a la reducción del uso de plásticos innecesarios. No es suficiente con reducir su propio consumo e invocar a la compra de las bolsas reutilizables, sino que además están en una posición única para educar a sus clientes sobre el problema y ofrecer alternativas.
Así mismo, pueden establecer criterios para que sus proveedores también reduzcan y eliminen al tecnopor y los plásticos en empaques con frecuencia innecesarios y que duran apenas unas horas antes de ser descartados. El sector privado consciente y consecuente debe aspirar a tener metas más ambiciosas que las previstas en la nueva ley. Por ejemplo, las embotelladoras de bebidas podrían ir más allá del límite de 15% de plástico reciclado en sus envases y comprometerse con al menos el 70% de PET reciclado de manera similar al programa PetStar en México.
Finalmente, mientras esperamos por mercados libres de plásticos de solo uso, los consumidores finales debemos tener en cuenta que un producto que se denomina reciclable no significa que efectivamente vaya a ser reciclado al final de su vida útil. Las cifras oficiales nos dicen que en el Perú reciclamos apenas el 0.3% del plástico que desechamos. Esto equivale a la tapita de una botella plástica por cada 100 botellas que se botan a la basura. Solo reduciendo radicalmente nuestro consumo de plástico de un solo uso haremos una contribución significativa a combatir el problema.
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