El fraude en el pescado es la práctica de engañar a los consumidores para aumentar los beneficios. Además de estafar a los compradores, estas actividades pueden influir negativamente en los esfuerzos de conservación marina y la salud humana.
La investigación muestra que la sustitución alcanza el 80% de las muestras en Piura, mientras que en Chiclayo el 71% y el 68% en Lima, siendo las especies como la cabrilla, el tollo y el mero las más reemplazadas. Estos resultados son preocupantes, pues de acuerdo con el primer estudio realizado en el 2018, la sustitución de especies en Lima era de 43% y hoy alcanza el 68%.
Oceana en Canadá y en Brasil han realizado estudios similares, encontrando tasas relativamente altas de sustitución de pescados. En México el 95% de las muestras de los tacos y tostadas de merlín, emblemáticos en la dieta de ese país, habían sido sustituidos por atún aleta amarilla y por tiburón.
Los resultados en Perú se explican, en parte, por el boom gastronómico, el más destacado de esta década, siendo el pescado parte importante de este crecimiento. Además, está la relativamente larga cadena de comercialización, desde la extracción hasta la preparación final del pescado en un restaurante o la venta en mercados minoristas, ruta donde generalmente las especies cambian de nombre.
A esto se suma el poco cumplimiento de las funciones en materia pesquera por parte de los Gobiernos Regionales. De acuerdo con el artículo 52 de la Ley Orgánica de Gobiernos Regionales, éstos deben formular, aprobar, ejecutar, evaluar, dirigir, controlar y administrar los planes y políticas en materia pesquera y producción acuícola de la región. En materia pesquera no hay uno solo aprobado. También comprende aspectos de vigilancia y gestión administrativa de las actividades artesanales.
Frente a esta preocupante situación, urge tomar acciones para cuidar la sostenibilidad de nuestro mar, evitar su sobreexplotación e incluso conservar aquellas especies que están amenazadas.
¿Qué hacer?
Olvidarnos de especies emblemáticas como el lenguado, la corvina, el mero, el ojo de uva u otras que cada vez son más escasas y difíciles de conseguir. Por ello, una recomendación es pedir “el pescado del día”, solicitando siempre que nos den el nombre de la especie y de dónde proviene.
Ir donde el casero de confianza y pedirle saber qué pescado nos está vendiendo y mejor aún si compramos el pescado entero, pues reconocerlo será más fácil.
Desde el Estado se debería elaborar un sistema de trazabilidad, el cual debe permitir saber qué, dónde y cómo se extrajo el recurso marino. Asimismo, se podría crear una relación oficial con los nombres de los pescados.
Desde los gobiernos regionales, abordar el entrampe con las funciones relacionadas a las actividades productivas que se les otorgó y finalmente, trabajar en la implementación de un Programa Interregional, orientado a la sustentabilidad de estas pesquerías que otorgan empleo y sabor.
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