Hoy en día es muy sencillo encontrar culpables y en esto del virus podemos elegir a quién cargar con el peso del contagio dependiendo de la tribuna ideológica. Podríamos empezar por el presidente, los funcionarios públicos, los que resguardan la seguridad, los responsables de la salud, los grupos de poder, las grandes empresas, los comerciantes, los ambulantes, los transportistas, nosotros, entre otros. La lista se puede tornar indefinida, sin embargo, es necesaria la honestidad para reformularnos la pregunta “¿de quién es la culpa?” para enfrentarnos al “¿qué puedo hacer yo?”.
La modernidad provocó el reemplazo de la concepción tradicional de la comunidad como un fin en sí mismo basada en su función como protectora de los intereses privados de sus miembros. El bien común, particularmente en el pensamiento liberal, pasó entonces a ser asociado con el bienestar colectivo o agregado de actores sociales individuales. En la filosofía política, las concepciones liberales y utilitarias dominantes del bien común confrontan con las concepciones comunitarias, republicanas y hegelianas, aunque la lista de versiones actuales del bien común se extiende ampliamente más allá de estas representaciones. Encontramos diferentes concepciones del bien común en los pensamientos de Carl Schmitt, Hannah Arendt y Michael Foucault. Asimismo interpretaciones feministas del bien común en DeCrane, así como otros han tratado de comprender las condiciones necesarias para un discurso del bien común en una democracia posmoderna heterogénea. La discusión en torno al bien común tiene como foco la interrelación entre el individuo y la comunidad. La interpretación clásica de un bien común como particular a la comunidad y alcanzable solo por esta, pero compartido de manera individual por todos sus miembros aún capta la esencia del concepto.
Si pensamos en conceptos como el bien común nos daremos cuenta que raras veces es una tarea fácil ya que en toda sociedad siempre habrán algunos miembros que encuentren objetable e incompatible una decisión relativa a la justicia, a los derechos y al desarrollo. Sin embargo, las circunstancias actuales que nos convocan hacen que corroboremos la necesidad de pensar el bien común como un estado de resiliencia compartida en donde los integrantes de una comunidad se enfrentan a la pregunta vital del qué poder hacer para el prójimo sin echar culpas y teniendo siempre la mirada del magis ignaciano que busca el compartir solidario.
El bien común no solamente es un concepto que hoy más que nunca está en las manos de todos sino que también puede ser una condición vital, el bien común también es una olla común: espacio y tiempo donde se cocina vida y esperanza. Apoyemos o promovamos estas iniciativas en la medida de lo posible y veamos que los conceptos son nobles y tienen impacto real en la comunidad. Superar esta pandemia involucra a todos.
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