El miedo es una emoción natural, una reacción biológica de nuestro organismo que nos permite protegernos del peligro. Suscita en nosotros una sensación de intranquilidad provocada por algo, o por una situación real o imaginaria que consideramos peligrosa. Si no tuviéramos miedo, no nos cuidaríamos. Las conductas que desencadena el miedo son la huida, el ataque, o la paralización. Dependerá de la situación nuestra respuesta.
Es importante tener en cuenta que el miedo, como toda emoción, aparece, dura un tiempo, alcanza un pico o punto alto, y luego va bajando hasta que se extingue. A más intenso, mayor duración, pero logra irse cuando el estímulo que nos atemoriza ya no está o cuando aprendemos a calmarnos.
La ansiedad es el miedo mal gestionado. Cuando el miedo no pasa y la persona entra en un estado permanente de preocupación y desasosiego, que la lleva a estar hiperalerta, ya estamos hablando de ansiedad.
Un poco de ansiedad es útil porque nos permite actuar y moviliza al organismo en caso de emergencia. Además, es una señal de que algo malo está por suceder. Pero constituye un problema cuando dura demasiado tiempo o se presenta con mucha frecuencia, cuando es desproporcionada para el peligro o el riesgo que enfrentamos, o cuando obstaculiza nuestros proyectos.
La ansiedad se presenta de varias maneras. La palabra ansioso es una derivación de la palabra latina ANGERE, que significa asfixiar o sofocar. De hecho, un síntoma bastante común de la ansiedad es la sensación de ahogo u opresión en la garganta o en el pecho. Pero también incluye síntomas como sudoración, temblor, náuseas o palpitaciones.
Quienes sufren de una ansiedad muy intensa, hacen todo lo posible por evitar situaciones, personas, animales u objetos.
Durante este periodo de aislamiento, se pueden incrementar los cuadros de ansiedad por varias razones: temor permanente a ser infectado, miedo constante a que le pase algo a algún familiar o amistad, proyección de que la situación empeore y aumenten los casos de contagiados y muertes, ansiedad por la limpieza y el cuidado en la higiene de manera exagerada, sensación de asfixia o ahogo por estar encerrados en casa, preocupación por el aspecto económico, entre otras razones.
Cuando se habla de estrés ya se habla de un estado permanente displacentero mantenido en el tiempo, acompañado en mayor o menor medida de trastornos psicofisiológicos: ansiedad, dolores (de espalda, de cabeza, etc.), depresión, fatiga, tensión muscular, entre otros. La persona también suele presentar problemas para dormir, o variaciones en el apetito, cambios en su comportamiento y en sus relaciones interpersonales. Estas alteraciones aparecen en el sujeto como consecuencia de las exigencias o demandas del ambiente, sobre las cuales el sujeto cree tener poco o ningún control. Como vemos la ansiedad es parte de un cuadro de estrés, pero el estrés es mucho más que sentir ansiedad.
Algunas estrategias para combatir la ansiedad:
- Identificar qué pensamientos te ponen ansios(a) y analizar su válidez (¿debo estar realmente tan preocupado por esto?).
- Conectarse con el presente (la ansiedad está en un temor de algo que pueda pasar en el futuro), valorando lo que se tiene.
- Buscar actividades placenteras y que permitan despejar la mente.
- Dormir bien, tratando de respetar un horario y con un ambiente relajante.
- Hacer ejercicio o cualquier tipo de actividad física.
- Aplicar técnicas de relajación y autocalmado.
- Busca ayuda si no puedes manejar tus niveles de ansiedad.
- Identificar si en algún o algunos momentos durante esta cuarentena te has sentido ansioso(a). Tratar de encontrar el temor o los temores que hay detrás.
- Anotar qué has estado haciendo para manejar la ansiedad en caso la hayas sentido, y si te funciona o no.
Recomiendo las siguientes técnicas de autocalmado, para momentos en que se experimenta ansiedad. También se pueden incorporar como parte de una rutina diaria, en las mañanas al despertarte y por las noches antes de dormir:
Técnica de respiración abdominal
Técnica de relajación muscular progresiva:
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