Salvador del Solar encabeza el cuarto gabinete ministerial del presente período constitucional y es el presidente del Consejo de Ministros número 226, en 198 años de vida republicana. Si nos atenemos a la estadística, los gabinetes han durado en el Perú un promedio escaso de diez meses con quince días. Ya el general José de San Martín lo había advertido tempranamente, al abandonar el Perú en setiembre de 1822, y temiendo las disputas intestinas entre facciones. Confiaba él en el acuerdo en la representación nacional que dejaba establecida: “si no, la anarquía os va a devorar”, prevenía.
El Perú necesita pues, ahora como entonces, de estabilidad y consenso en torno de objetivos nacionales y no de componendas de coyuntura, como desearían algunos. Las metas más relevantes ya han sido enunciadas en una serie de instrumentos: los Objetivos de Desarrollo del Milenio impulsados desde la ONU, el Programa País con asistencia de la OCDE, el Plan Bicentenario formulado por el CEPLAN, las políticas de Estado propuestas por el Acuerdo Nacional, entre otras iniciativas con amplia aceptación.
En ese marco, el nuevo gabinete debe enfrentar hoy una agenda en extremo exigente: neutralizar la inestabilidad provocada por sectores del Parlamento, que han insinuado más de una vez la vacancia presidencial; impulsar la reforma política promovida por el gobierno, tras las propuestas de la Comisión Tuesta, convocada para ese efecto; profundizar en la reforma del sistema de justicia, todavía en una fase incipiente; sostener la lucha anticorrupción, dando respaldo a la acción de los procuradores públicos y recursos a jueces y fiscales empeñados en esa tarea.
El gabinete Del Solar debe, además, fortalecer la descentralización y atender las demandas socio-ambientales que se incuban en las regiones y que con frecuencia devienen en conflictos sociales severos; reactivar la inversión pública en infraestructura y servicios, caracterizada en este gobierno por sus bajos niveles de ejecución, y la inversión privada, necesitada de confianza; promover el crecimiento, la competitividad y el empleo formal; y retomar la senda de reducción de la pobreza, que nos sitúe en un plano de mayor equidad y bienestar.
Han pasado los tiempos en que la gestión ministerial era glamour y ornamentos. “La historia de la Presidencia del Consejo de Ministros”, de José Francisco Gálvez y Enrique García, recuerda la pompa que rodeó a inicios de la república los cargos ministeriales. Desde el tratamiento de “ilustrísimo señor” hasta el uniforme establecido por Decreto del 15 de agosto de 1821: “Los ministros de estado usarán casaca azul…, un bordado de oro en el cuello y botamanga…, media, calzón y chaleco blanco, un sol de oro sobre la casaca del lado que corresponde, y una faja bicolor blanca y encarnada, con borlas de oro…”
Hoy la autoridad ministerial se legitima sobre el terreno, sirviendo al país con talento y pasión. La juramentación de cada nuevo gabinete renueva la esperanza en que ese poder democrático, del que está investido, será capaz de enrumbar al Perú hacia el logro de sus grandes ideales republicanos, hacia el cumplimiento de la promesa de la vida peruana que nos anunció Basadre.
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