La enorme inestabilidad política que actualmente vive el país hizo que pasara prácticamente desapercibido un estudio internacional sobre un aspecto perentorio para el devenir de la humanidad, el hambre. La Red Alliance2015 presentó el Índice Global del Hambre (IGH), con data que debe tomarse en cuenta para el proceso de elaboración, implementación y evaluación de políticas públicas. El IGH mide la escala de hambre de la siguiente manera: menos de 9.9 se considera bajo, entre 10 y 19.9 moderado, de 20 a 34.9 grave, de 35 a 49.9 alarmante, y más de 50 extremadamente alarmante.
El IGH señala que, si bien es cierto que el hambre ha ido disminuyendo gradualmente desde el 2000, dicha disminución es demasiado lenta y en muchos países, el deterioro nutricional y de inseguridad alimentaria se han profundizado con la llegada de la pandemia. Según el documento, existen en el mundo 690 millones de personas subalimentadas; 144 millones de niños sufren retraso en el crecimiento, señal inequívoca de desnutrición crónica; y 47 millones de niños padecen desnutrición aguda o emaciación. Durante el 2018, 5.3 millones de infantes murieron antes de llegar a los cinco años de edad, en un gran porcentaje debido a factores vinculados con la desnutrición.
América Latina presenta un IGH de 8.4, considerado bajo. No obstante, el informe subraya que dicho promedio oculta enormes desigualdades entre los países y también al interior de los mismos. De igual forma este número no visualiza de manera fehaciente el severo impacto que ha ocasionado el coronavirus en la región. La Red Alliance 2015 maneja la hipótesis que es factible que se materialice un fuerte incremento en los niveles de hambre en nuestro subcontinente, debido, entre otros factores, al enorme segmento de la población que labora en la informalidad.
De acuerdo con esta fuente, los países con menores niveles de hambre en América Latina son Cuba, Uruguay, Chile, Brasil y Costa Rica con una valorización de cinco (05). Seguidamente viene Argentina con 5.3. Perú se ubica en 7.3, en mejor posición que varios países latinoamericanos como Paraguay, Colombia y México. Los tres países con peor desempeño a nivel región son Haití, Venezuela y Guatemala, en ese orden.
Hablando específicamente de Perú, podemos notar que al interior del país existen brechas dramáticas. Por ejemplo, la sierra tiene un IGH de 18.6, número muy cercano a países como Camerún, Gabón o Gambia. De acuerdo con Red Alliance2015, la situación del hambre en la sierra está ad portas de convertirse en un problema “serio”. En la selva el IGH es de 15, también preocupante, muy similar a Ghana.
A nivel departamental el peor IGH del país lo tiene Huancavelica con 20.9, situación idéntica a Myanmar, país devastado por hambrunas y una guerra civil. Otras regiones que presentan niveles de hambre altos son Cajamarca, Ayacucho, Loreto, Ucayali, Puno y Cusco. Llama poderosamente la atención este último, al ser la región que más turismo recibe, y que tiene enormes riquezas minerales y gasíferas. Por otra parte, los de mejor desempeño a nivel país son Ica, Lambayeque, Tacna y Moquegua.
Como bien lo señala el estudio, los impactos generados por la COVID-19 no han sido recogidos en su real magnitud, por lo que es casi un hecho que los niveles de hambre en el Perú se han agravado. Ante esta situación la Estrategia Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional y la Ley de Promoción y Desarrollo de la Agricultura Familiar, son herramientas importantes, pero no parecen suficientes.
A manera de conclusión, es necesario reforzar la articulación y gestión de los programas nutricionales en todos los niveles de la administración pública. Convertir la seguridad alimentaria en una bandera del gobierno, priorizando a la primera infancia, niñez, gestantes y adultos mayores. El Perú debe comenzar a construir una cultura de la nutrición, revalorando los alimentoss que nos ha dado la naturaleza y desterrando pésimos hábitos alimenticios que han traído sobrepeso y obesidad.
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