Han transcurrido casi ocho meses desde la declaratoria de emergencia sanitaria en el Perú por la pandemia de la COVID-19. Durante ese periodo el precario sistema de salud concentró sus esfuerzos en atender y prevenir el contagio, y aun así con todo el esfuerzo desplegado no pudo evitar que murieran 34,730 personas (según cifras oficiales del Minsa) ni que seamos el país con mayor cantidad de muertos por millón de personas en el mundo (según el Centro de Recursos sobre Coronavirus de la Universidad Johns Hopkins). Mientras tanto los servicios de salud fueron prácticamente abandonados.
Pero, los bebes siguieron naciendo y proliferan las historias de madres e hijos padeciendo situaciones de riesgo cuando llegados al servicio para alumbrar los encontraban abarrotados de pacientes por COVID-19 y al personal de salud concentrado en atenderlos. No fue lo único, según el viceministro de Salud Pública, Luis Suárez, la cobertura de vacunación que alcanzaba más del 70% de niñas y niños, ha caído a 40% en el 2020. El asunto es más que grave considerando la reaparición de enfermedades como la difteria que se suponían desaparecidas. Si las niñas y niños no son vacunados están expuestos a múltiples enfermedades que los coloca en riesgo de muerte.
Otro indicador que evidencia que el Perú es un país que no cuida bien a su infancia, es que tenemos al 40,1% de niñas y niños de 6 a 35 meses de edad con anemia. No obstante, según el Plan de recuperación de brechas en inmunizaciones y anemia en tiempo de la COVID-19, las niñas y niños que deben tomar gotas de hierro entre los 4 y 6 meses de edad redujeron ese consumo de 62% a 14% en abril. Según los protocolos de prevención de la anemia constituye su primer consumo de hierro y las madres deben recibir las gotas cuando llevan a los niños a sus controles de crecimiento y desarrollo - CRED en los establecimientos de salud. Este programa que permite evaluar su estado de salud durante sus primeros cinco años de vida quedó suspendido por la emergencia sanitaria, privando a las niñas y niños de recibir los suplementos de hierro, el descarte de anemia y parasitosis, así como la consejería a las madres y padres para el cuidado adecuado de sus hijos.
Como si no bastara esta desatención por la pandemia, meses atrás se detectó que varias empresas regalaban latas de fórmula a las madres que acababan de dar a luz en hospitales con el pretexto que siendo sospechosas del contagio o habiendo contraído la COVID-19 no debían amamantar a sus hijos o que la fórmula tiene más beneficios que la leche materna.
En nombre del interés superior del niño resulta urgente que las reformas del sistema de salud pongan especial énfasis en la atención que las niñas y niños deben recibir de manera universal en sus primeros años de vida. El Perú debe demostrar que sí tiene capacidad de cuidar y proteger a sus niñas y niños más pequeños que sufrieron los daños colaterales del colapso del sistema durante la emergencia sanitaria.
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